Defensa de la actualidad (Fascismo 1933-1940) y validez legalista del Leviathan de Hobbes ante “siglos” de malas interpretaciones e injustas asociaciones con “el espantajo polémico del ‘Estado totalitario’” por parte de diferentes pensadores que con ello han pretendido defender el liberalismo.
Introduciéndose en el debate en torno a la teoría del Estado, con lo que puede sostenerse que produce en esta obra un discurso más bien filosófico, Schmitt busca despejar las suposiciones que han condenado al pensamiento de Hobbes a ser concebido como figuración de un aberrante Estado absolutista. El fundamento de la argumentación de Schmitt está en que Hobbes habría estado pensando en un Estado técnico y neutral, lo que significa que las nociones de verdad y justicia quedan supeditadas al mandato de la ley, en tanto Estado de derecho proveniente en última instancia de un contrato entre los hombres para asegurar su vida física. Por lo tanto, el objetivo fundamental del Estado está en evitar de manera permanente la guerra civil y no en el contenido concreto de los medios para conseguirlo. De ahí que la desobediencia y el cuestionamiento al Estado son el retorno de la disputa y la inseguridad. En cambio, el Estado es una maquina irresistible creada racionalmente con hombres y por hombres, reconociéndosele por ello como ‘hombre magno’, dotado de un alma. No es ningún individuo concreto, sino el gran animal soberano de fuerza incomparable: el Leviathán, que, a cambio de mantener la paz, demanda como condiciones necesaria la obediencia absoluta, convirtiéndose con ello en Dios. Así defiende Schmitt la idea hobbesiana de que el Estado es “Dios”, “hombre”, “animal” y “máquina”.
Caracterización de la violencia:
Aquí, la noción de violencia, que no es mencionada explícitamente en ningún pasaje, adopta el mismo sentido que el que Schmitt parece interpretar en Hobbes. Ante todo, se trata de aquello que corresponde al estado de naturaleza y, de manera más bien secundaria, al uso de la fuerza del Estado. La concepción de violencia aparece subyacente en la guerra de todos contra todos que, precisamente, explica la existencia misma del Estado por ser aquello contra lo cual éste se erige. Sea cual sea el medio técnico para cumplir ese objetivo, incluido el uso de la fuerza, estará siempre subordinado a la necesidad de neutralizar las divergencias (violencias tanto como insubordinaciones en general) por ser éstas el punto de retorno al estado preestatal. No se trata, por lo tanto, de una concepción histórica de la violencia en tanto es inherente al ser humano. En todo caso, podría decirse que Schmitt (y entonces Hobbes también) piensa en ella como un fenómeno social ahistórico.
Citas textuales:
“El Estado es para Hobbes evitación permanente de la guerra civil gracias a un poder gigantesco. De ahí que uno de los dos monstruos, el Leviathan, ‘El Estado’, sojuzgue al otro, el ‘Behemoth’, la Revolución” (p. 21).
“Hobbes, para caracterizar el estado de paz obtenido por medio de la policía, utiliza la fórmula de Bacon de Verulamio y dice que en ese estado el hombre es para el hombre un dios: ‘homo homini deis’; mientras que en el estado de naturaleza el hombre es para el hombre un lobo: ‘homini lupus’” (pp. 29-30).
“Un Estado técnico neutral de esta especie puede ser tolerante o intolerante; en ambos casos sigue siendo neutral. Su valor, su verdad y su justicia estriban en su perfección técnica. Todas las demás nociones de verdad y de justicia quedan absorbidas en la decisión del mandato de la ley, y llevarlo al plano de la argumentación jurídica equivaldría a suscitar disputas y una nueva inseguridad. La máquina del Estado funciona o no funciona. Si funciona, me garantiza mi propia seguridad y mi existencia física, a cambio de lo cual exige obediencia incondicional a las leyes que presiden su funcionamiento” (p. 44).